Ir al contenido principal

26. EL VIRUS DE LA PEREZA

                                
¡Ya estamos de vuelta!

El tono anímico generalizado en estos días es de pereza y abatimiento, por la vuelta a la hastiada rutina, a una realidad con la que no todos se encuentran satisfechos.

Volver cuesta mucho, cuando se cree, que hay que retomar lo que dejamos, eso que estaba asociado a esfuerzo, trabajo, monotonía...

Pero volver es empezar, y empezar lo que nos propongamos.

Podemos volver a hacer lo mismo, y resultar totalmente diferente si sabemos enfocarlo de manera personalizada y funcional. Con nuevos objetivos, nuevos retos, nuevos proyectos ilusionantes.

Cuando hacemos nuestros propósitos, para "el nuevo curso", siempre se nos plantea la duda de si tendremos suficiente FUERZA DE VOLUNTAD para conseguirlos. Y hay veces que es suficiente con pensar que no la tendremos, como para ni intentarlo y abandonar antes de poner nuestro proyecto en marcha.


La fuerza de voluntad por tanto adquiere en este momento su mayor importancia, para evitar eso que nos invade, y que tanto limita, llamado PEREZA.

La voluntad es la capacidad que tenemos para realizar o no una determinada conducta. Y esa conducta esta íntimamente relacionada con el deseo o las ganas de hacerla. Si no conseguimos hacer lo que nos habíamos propuesto, creeremos que la pereza y la desidia nos lo impiden.

Sabemos que hay personas con un voluntad más fuerte que otras, pero si consideramos la voluntad como un tesoro que poseemos, se puede hacer la siguiente comparación: Hay gente que teniendo mucho dinero, pueden llegar a malgastarlo y personas que con muy poco, hacen verdaderos milagros de economía.

Lo mismo ocurre con la voluntad, no importa cuanta tenemos, si no como la utilizamos, y eso lo podemos aprender.

Para poder poner en marcha nuestra voluntad, debemos seguir uno pasos. El primero es indispensable: LA MOTIVACIÓN.

Tener que hacer algo, sin tener un motivo para hacerlo, es un imposible al que nos exponemos en muchas situaciones, y además cuando no lo hacemos nos sentimos culpables y perezosos.

Siempre es necesario, encontrar un por qué a lo que vamos a hacer, si no el fracaso estara asegurado.

Habrá muchos momentos en el que nos costará encontrar ese sentido a actividades y trabajos impuestos, pero nunca podemos dejar de darle significado, ya que será el primer paso para poder ejecutarlo.

Junto con la motivación, necesitamos un propósito, algo personal, esa meta y objetivo, que nunca debe faltarnos. A lo mejor no encontraremos una relación directa de esa meta, con lo que debemos hacer y nos está costando, pero si lo pensamos un poco entenderemos que todo esta relacionado.

Otros paso, es LA PLANIFICACIÓN, el cómo lo voy a hacer. Si viniéramos con un libro de instrucciones personales debajo del brazo, todo sería más fácil, pero como no es así debemos dedicar un tiempo a organizar y conocer como vamos a hacer cada cosa. Hasta la más dura y complicada de las tareas, si se planifica y divide en otras más sencillas, se consigue. Así que ya sabes, fracciona y vencerás.


Un último paso, no menos importantes es, antes de enfrentarte a cualquier tarea "resetearte", olvidar fracasos y experiencias anteriores.
Nuestros mensajes internos son lo más dañinos a la hora de poner en marcha nuestra voluntad. Por eso la pereza es un virus, que contagia por autosugestión. El "no puedo", el "yo no valgo", el "no me sale bien", es lo que en psicología se llama indefensión aprendida. Como las  experiencias anteriores han acabado en fracaso, las próxima vez que lo intente, no lo intentaré de verdad, porque me faltará lo más importante de todo: LA CONFIANZA EN MI MISMO.
Así que EMPEZAMOS, no volvemos. Una nueva oportunidad, para conseguir TODO lo que nos propongamos. 



Comentarios

Entradas populares de este blog

9. PARÁSITOS EMOCIONALES

Según el diccionario de la lengua española, la definición de parásito, sería aquel organismo que vive a costa de otro, alimentándose de él y causándole algún perjuicio. Seguro que esta descripción nos recuerda a muchos, a personas que nos rodean, de las que estamos infectadas y que de manera tan difícil nos cuesta escapar. Un tipo de personas que sin darse cuenta en algunos casos o deliberadamente en otros, escogen a sus presas para quedar instaladas en su sistema emocional y de él servirse a discreción, hasta acabar con las reservas de su  hospedador. Hay relaciones, ya sean de amistad, familiares o amorosas, que desgastan, anulan y nos dejan atrapadas en ellas. Por contagio  transmiten sus estados emocionales, que en muchos casos es negativo, y por más que queramos recuperarnos, con apenas unos minutos de exposición de nuevo a ellas, se vuelven a agotar nuestras reservas. Para poder protegernos y conseguir escapar de este efecto tan devastador, vamos a conocer primero

CARTA A UN ADOLESCENTE

                                   QUERIDO ADOLESCENTE: Ahora que comienza la época más apasionante de tu vida, quiero dirigirme a ti en unas líneas, desde la humildad y sin creer que sé más, por ser adulto, ni esperar que tengas obligación de seguir estos consejos. En primer lugar bienvenido a este maravilloso viaje del desapego y a esta etapa llena de cambios y contradicciones. Apasionante camino este de la vida, repleto de magníficos retos.  Un trayecto sin final,  en el que no debes plantearte un único destino o correrás el riesgo de que te entre prisa por alcanzarlo y no disfrutes del viaje. Las metas pueden ser importantes, siempre y cuando te permitas modificárlas si así lo deseas.  Al igual que al comenzar a caminar de pequeño, aceptaste ayuda hasta conseguir hacerlo sólo, ahora podrás necesitar apoyo en algunos momentos, lugares donde agarrarte hasta mantener el equilibrio. Pero cuida de sujetarte en sitios seguros y sólidos, o podrás caer fácilmente.  De to

13.CONTAGIO EMOCIONAL

                    Como el juego del frontón, donde enviamos la pelota contra la pared y vuelve, dependiendo de la dirección, la fuerza y la intención, así son nuestras relaciones con los demás. No nos damos cuenta hasta que punto la interacción con los otros, depende mucho de la manera que tenemos de dirigirnos a ellos: El tono, el mensaje, la intención e incluso nuestra propia emoción. Cuando yo sonrío a alguien y este me devuelve la sonrisa, por mínima que sea, se ha producido un contagio emocional. Si yo puedo conseguir que alguien sonría por mi propia sonrisa, significará que también puedo conseguir, que este más alegre. De la misma manera, si mi gesto de preocupación y tristeza, por mal humor o pesimismo contagia, lograré que los que están conmigo, se sientan más tristes también. Es verdad que hay personas más capaces de transmitir y otras más susceptibles de contagio, pero también es cierto, que al final, las emociones dominantes pueden convertirse en una epidemia