Uno de los mayores hallazgos de la psicología de los últimos
años, es que los individuos somos dueños y responsables de nuestra manera de
pensar. A mediados del s.XX se pensaba que el hombre era producto de una
genética y consecuencia del medio en el que vivía. Palabras como impulsos,
reforzamiento, estimulo, represiones...servían para explicar el comportamiento
humano con la base científica que se necesitaba para introducir a la psicología
como ciencia.
Después de años de intentos por conseguir un acuerdo y
aproximar posturas, se ha llegado a la conclusión ( aunque por supuesto sigue
habiendo detractores) que son las IDEAS las que explican el comportamiento
individual.
Si esta es la realidad ,es fácil entender que así como
pensemos nosotros el mundo, llegaremos a verlo. Aunque esta pauta es fácil para
algunos, puede ser un verdadero calvario para otros y motivo de diversos trastornos psicológicos.
Por tanto una mayoría de ideas negativas sobre la realidad,
daría como consecuencia una manera de pensar negativa o PESIMISTA y por el
contrario una manera positiva de enfrentarnos a las situaciones sería una
practica de pensamiento positivo u OPTIMISMO.
Aunque hayamos aprendido a ser pesimista de pequeños, se
puede aprender a ser optimista de mayores.
Son muchas las ventajas de ser optimistas, como para
entender, que sería necesario, cambiar nuestro patrón de pensamiento, si este
nos produce malestar y negatividad en muchas situaciones.
El optimismo, es una actitud activa, en la que nos
enfrentamos a los problemas en su conjunto, valorando lo positivo y lo negativo
y no tirando la toalla ante la primera dificultad.
La persona pesimista, se sitúa ante los problemas como el
que mira una cuadro muy de cerca, y la
persona optimista se coloca más lejos, toma perspectiva y valora toda la
situación ,obteniendo más datos con mayor probabilidad de tomar las decisiones
apropiadas.
¿Cuáles serían las características que deberíamos aprender
de los optimistas?
Si seguimos su decálogo, podremos empezar a
practicar, una de las mejoras maneras de mantenernos inmunes a las situaciones
complicadas que la vida inevitablemente nos traerá y protegeremos nuestra mente
y como consecuencia nuestro cuerpo. Recordar que el cuerpo es el que en muchas
ocasiones nos habla, cuando no queremos escuchar a la mente. Nos manda señales
y nos pide a gritos ( en forma de enfermedades, dolores, ...), que nos
dediquemos más a nosotros mismos, a escucharnos.
Por eso es tan importante, que nuestros diálogos internos se
vuelvan cada vez más positivos.
DECÁLOGO
DEL OPTIMISTA
I.
El optimista acepta a los demás como son, no
intenta cambiarlos y no mantiene rencor.
II.
El optimista disfruta del presente, sin miedo
por el futuro y sin quedar anclado en el pasado.
III. El
optimista, ante las dificultades y los momentos difíciles, no se rinde, lucha
con la esperanza que su esfuerzo tenga finalmente recompensa.
IV. El
optimista no se queja ni se lamenta, sabe que eso es una pérdida de energía
V.
El optimista cuida su lenguaje interno. No utiliza
juicios de valor ni términos extremistas y radicales como: nunca, jamás,
siempre, inútil.....
VI. El
optimista busca y mantiene ilusiones y proyectos.
VII. El
optimista se siente libre, sin ataduras ni dependencias de nada ni de nadie.
VIII. El
optimista se permite en ocasiones estar triste, pero nunca desesperado.
IX. El
optimista, no se cree mejor que nadie, pero si lo suficientemente bueno, para
hacer lo que se propone.
X.
El optimista es generoso, agradecido y piensa en
los demás.
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