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5 Gripe A-limentación



De nuevo nos encontramos ante un "virus" y aunque nos resulte difícil de comprender, puede convertirse en un factor tan negativo para nuestra salud física y emocional que debemos conocerlo, para prevenir sus efectos.

La relación que mantenemos con la alimentación se remontan a nuestra más tierna infancia. De hecho identificamos desde el momento que venimos a esta vida, que nos calmamos y tranquilizamos con el seno materno o con el biberón.
Por tanto, comenzamos a asociar, desde bien pequeños la vinculación entre la tranquilidad y nuestra vertiente oral.

Según vamos creciendo, traducimos los premios con chucherías, las celebraciones se desarrollan siempre alrededor de una mesa repleta de alimentos híper calóricos.
No se entiende un cumpleaños sin tarta, ni una invitación que no se acompañe de víveres ricos en azúcares y grasas.

Lejos de ser solo la alimentación una necesidad básica de supervivencia, se convierte en un hábito social y personal, ligado a emociones y acontecimientos varios.
Como consecuencia, lo que puede llegar a ocurrir, es que la alimentación se convierta en un arma de doble filo, llegando a mantener con ella una relación de amor-odio.
Por un lado nos da la energía necesaria, nos proporciona muy buenos momentos de placer, pero podemos llegar a utilizarla para pagar frustraciones, ira, tristezas, con la intención no siempre consciente de hacernos daño a nosotros mismos.



Todos conocemos lo que significa la frase " empiezo la dieta el Lunes", o lo que son los buenos propósitos de querer comenzar a cuidarnos.
Pero lo que es peor y más común, conocemos lo que es conseguir vencer tentaciones, practicar un férreo autocontrol ante la comida durante un tiempo, privándonos de nuestros mayores caprichos culinarios, para conseguir una meta, que es la reducción de peso, para sentirnos mejor físicamente.
Una vez conseguimos el peso deseado, además de salir triunfantes, salimos como los toros del toril, con ganas de comernos el mundo, pero de comérnoslo literalmente.
Los día o meses de prohibición, impuesta en muchos casos por nosotros mismos, nos produce una necesidad y rebeldía, por incumplir esa norma de no probar ciertos alimentos.
Así que, de nuevo retomamos nuestra manera de alimentarnos antes del "suplicio", tirando por tierra en apenas unos días, todo el esfuerzo cometido. Y este proceso fácilmente descrito, se convierte en nuestro estilo de vida, que de no ponerle remedio, nos acompañará siempre.

Podemos modificar el tipo de dieta: La de la alcachofa, la de los melocotónes , la de los batidos, la de los sobres , la que te recomendó la vecina y la que anuncian en la tele,... Y así, un sinfín de ciclos dieta-no dieta, que se traduce en una restricción alimentaria vs sobre ingesta que nos hace subir y bajar de peso mucho más rápido y más a menudo de lo que nos gustaría.
Esta espiral se vuelve crónica fácilmente, y si no entendemos los cambios reales que debemos modificar, esta situación se puede tornar tan frustrante y desmotivante, como para quedar encerrados de por vida en un circulo vicioso, que no nos permita descansar de nosotros mismos, en esa lucha personal continua, de tira y afloja .


Para comenzar a suministrar esa vacuna emocional, debemos desterrar por completo de nuestro vocabulario, las palabras DIETA o REGIMEN.
Terribles y espantosas palabras, que asociamos a prohibición, a hambre galopante, a hoja de lechuga, a gramos de jamón york o pescado hervido, y nos provoca desde el minuto cero que la comenzamos, la sensación de que estamos en un estado pasajero, que finalizará el día que entramos, en la talla de pantalones, que nos hemos propuesto.
Si entendiéramos desde un principio que nuestra alimentación es una de las partes más importante con la que contamos para sentirnos bien, por dentro y por fuera, le daríamos el valor de algo que debemos cuidar.
Mantener una buena relación con esa parte tan necesaria de nuestras vidas, nos dotará de herramientas suficientes para cuidarnos, cuidarnos para sentirnos mejor a nivel estético, pero sobre todo por el bien de nuestra salud.
El primer objetivo, debe ser siempre el de la salud.
Se ha utilizado de manera muy superficial, el hecho de una buena alimentación, traduciéndolo en muchos casos, en una única causa que es la de evitar el sobrepeso, la gordura, o por mantener los cánones de belleza impuestos por la sociedad.
Lo que aprendemos y debemos enseñar desde pequeños, son hábitos de vida saludables, que abarcan muchos aspectos: Higiene, cuidado personal, evitar conductas de riesgo y dentro de todo esto, incluir desde las edades más tempranas, una manera correcta de alimentación.
Tenemos aún la mentalidad de que un bebé sano, es aquel rollizo, con pliegues en brazos y piernas. De eso presumimos como un logro, que nuestro bebé come y come sin parar, entonces nos hace gracia.
¿ Pero en que momento dejamos de potenciar este tipo de sobrealimentación y de valorar positivamente el sobrepeso y el alto percentil de nuestro bebé, para empezar a pensar que nuestro niño se esta convirtiendo de un bebé gordito y guapísimo, en un niño con sobrepeso o rayando la obesidad?.


Entonces llega el momento, en que de sobrealimentar, pasamos a controlar la alimentación, empezando ya a instaurar ese ciclo y espiral del que hablamos y que nos acompañará ,si no ponemos remedio, toda la vida










Existe una vía de comunicación entre estómago y cerebro, cuando el estomago está vacío y el cuerpo necesita de glucosa para seguir funcionando, se mandan señales S.O.S a nuestro hipotálamo , para pedirle un urgente suministro de nutrientes.
Pero cuando el estómago esta lleno, en ocasiones, creemos, que nuestro cerebro nos sigue pidiendo esa administración de ciertos alimentos que entendemos como necesarios.
Y ahí es donde comienza ese desequilibrio, entre lo que significa comer por básica supervivencia, a comer por puro placer o por llenar en muchos casos un vacío que no es de estómago , sino que calma nuestra "hambre emocional" .

Cada persona ha establecido una relación personal y única, a lo largo de su vida con la alimentación, y lo primero sería por tanto, conocer como me relaciono con ella.
La actitud ante la comida se ve influenciada por muchos factores, y cada uno de ellos determinará diferentes tipos de "virus", que puedan modificar lo que se llama comer y que lo realizamos tantas veces y de manera tan ordinaria en nuestro día a día , en una importante patología mental, convirtiéndola en verdaderos trastornos de conducta alimentaria.
Situados en un continuo, que va desde la obesidad mórbida a la anorexia nerviosa, establecemos nuestra posición, pero en todo ese camino hay por supuesto muchos grados.
El punto medio, y el más sano, es estar situado, en un hábito adquirido conscientemente, basado en una alimentación equilibrada, disfrutando de comer bien, pero de manera saludable, y con la satisfacción de sentirnos vitales. Nunca como un estado transitorio para conseguir un objetivo, o para aplacar un estado de ánimo ansioso o deprimido.




Lo que ocurre, es que si analizáramos día a día nuestra manera de comer, comprobaríamos que más que regulada, por una necesidad básica de vitaminas, proteinas y minerales, comemos en función de nuestros tipos de personalidad, estados de ánimo y actividades.


Por eso, unos comen más si están muy nerviosos, y otros comen menos.
Uno sentirán más hambre si están aburridos, tristes o apáticos, y otros se saciarán más rápido .
Ante un examen importante o una época de estrés profesional, unos necesitarán sobre ingesta, y en cambio a otros se les "cerrará el estómago".
Lo único en común que tenemos, es que desearemos que nos ocurra lo contrario de lo que nos pasa. Si se come más, nos encantaría que se nos quitara el hambre en estas situaciones y a los que dejan de comer , les gustaría, que no les desaparecieran las ganas.

Descubrir la relación entre nuestro hambre real, con nuestro
hambre emocional, sería el comienzo para cambiar los hábitos, que hemos creado ante la alimentación, a lo largo de toda nuestra vida.











No es fácil comprender, que conseguimos hacernos mucho daño con la manera de comer, la utilizamos en algunos casos como herramienta para manejar ciertos estados emocionales, pero lo peor y más dañino es que la utilizamos como arma, contra nosotros mismos.
Una lucha constante entre lo que nos apetece hacer, contra lo que debemos hacer, así como contra lo que nos viene bien, para conseguir el objetivo muchas veces peremne, de bajar de peso.
Un dialogo interno, donde más que nunca encontramos la dualidad en nuestra cabeza, una nos incita a comer lo que nos apetezca, y otra nos frena conociendo que así, no alcanzaremos nuestra meta.
Pero es que estamos luchando contra un placer que se produce a muy corto plazo, en el momento en que saciamos nuestra necesidad de saborear algo de manera inmediata, contra unas consecuencias a largo plazo, de ver conseguidos nuestro objetivos. Por eso es tan difícil conseguir vencer la primera propuesta, frente a la segunda.
Lo que no nos damos cuenta, en este momento de tomar esa importante decisión, es que después de esos segundos de placer gustativo, vendrán minutos, e incluso horas de culpabilidad, por no haber sido capaces de vencer esa tentación.
Y ese es el mayor problema, y la peor consecuencia, peor que no conseguir bajar unos gramos.
Querer hacernos daño de esa manera, sin ser conscientes en la mayoría de los casos, nos limita y nos hacer perder la confianza en nosotros mismos, para poder emprender proyectos similares en el futuro.
Es una manera de hacer mermar nuestra autoestima, si nos preguntáramos que nos preocupa más, si ese peso que no conseguimos rebajar o la sensación de incapacidad o poca voluntad, seguramente contestaríamos que lo segundo.
Y esto nos produce sentimientos muy íntimos y que difícilmente compartimos. Todos pueden saber los esfuerzos que hago frente a la comida, pero pocos sabrán el sufrimiento que me causa no poder vencer las tentaciones.



Que haya fallado en otras ocasiones, no me tiene que dar la creencia de que siempre fallaré. Podemos confiar en nosotros mismos, sabiendo que seremos capaces, de modificar esos hábitos de nuestra vida, que nos perjudican a nivel físico pero sobre todo a nivel mental.
Son cambios que se deben entender como permanentes, ya que cuando los creemos transitorios, es muy fácil que a falta de motivación o ante cualquier dificultad, encontremos en la comida esa vía de escape que nos ayuda a manejar otras situaciones.

El problema es que hay muchas situaciones que no sabemos manejar, o que la relación con la comida es tan directa y de tantos años, que nos vemos incapaces de cortar ese cordón, que lo une inexorablemente.
Ocurre muy a menudo con la ansiedad, ese estado nervioso interno, del que ya hemos hablado, que nos mantiene alerta ante cualquier situación, y que nos desgasta tanto. Pues en muchos casos, para calmarnos, para tranquilizar es nerviosismo , nuestro camino más fácil y directo es que el que nos lleva directamente a la nevera, en la búsqueda de calmarnos con algo que llevarnos a la boca.
Encontrar una alternativa a esta actitud que nos acompaña tanto años, no es imposible, debemos buscar de manera personal una actividad con la que sustituir ese hábito, encontrando dentro de nuestro repertorio de conductas placenteras, alguna actividad diferente a la de comer.
Pensaremos primero cual de todas ellas elegimos y la plantearemos de manera clara y concisa, intentando que sea una alguna de las que nos utilizamos normalmente a lo largo del día. Alguna que sea lo suficientemente placentera como para poderla sustituir por aquello que tanto nos llena: comer.
Para algunos, podría ser leer un capitulo completo de la novela que nos tiene enganchados, para otros podría ser llamar a una persona con la que nos gusta hablar o chatear un ratito, a otros les puede resultar válido salir a la calle a caminar un rato...todo aquello que consiga distraer, ese pensamiento ,que en poco rato se convertirá en obsesivo ,por la necesidad urgente de picotear algo, que nos calme y serene un poco.

Escucharnos a nosotros mismos, conocer nuestros diálogos internos, con los que nos convencemos para sucumbir a la tentación, sería el paso necesario, para llegar a conocer como decimos, los planteamientos que nos lleva a "pecar" . Pero también, encontrar que es lo que falla en nosotros, con que no estamos orgullosos de nuestra persona, como para querer hacernos daño, debilitar nuestra propia valía, y dejarnos con la indefensión aprendida,de que jamás cumpliremos lo que nos proponemos.
Eso no es cierto, no es que no podamos, lo que ocurría es que el objetivo no estaba bien propuesto.




Ya hemos dicho que nuestra relación con la comida, se posiciona en un continuo con dos opuestos, la sobrealimentación de la que hemos hablado, o por el contrario la restricción alimentaria. Este es un hábito, impuesto personalmente, y como consecuencia de una lucha sin tregua por conseguir un peso y una figura, en muchos casos, peligrosísima e inalcanzable de manera saludable.
Un estado de lucha sin fin, en la que la meta será seguir bajando de peso, a costa de nuestra propia salud, de nuestro aspecto, ya que en esa lucha por la delgadez, perdemos mucha parte de nuestro atractivo.

¿ Que puede pasar por nuestra cabeza, para querer matarnos de hambre?
¿ Como podemos querernos tan poco, para hacernos tanto daño con la necesidad más básica que es alimentarnos correctamente?.

Ocurre que hay algo en nuestro ojos, que nos hace mirarnos en el espejo, y no vernos a nosotros mismos. Sacamos todo lo negativo de nuestro interior al exterior, distorsionando nuestra propia imagen, teñida por todo lo que no nos gusta de como somos. Creemos que perdiendo peso, el que traducimos erróneamente con mejor estado físico, nos aceptarán, nos querrán y lo que es peor nos querremos o aceptaremos más.
Al final lo peligroso, es que nos instalamos en un estado, en el que el único reforzamiento positivo, lo único que nos motiva en la vida ( y aunque suene exagerado es así en muchos casos) es perder peso. Es la recompensa a nuestro esfuerzo y continuo autocontrol por comer tan poco. Es lo único que nos llena, y por esos se convierte en un circulo vicioso tan peligroso.





Como nos sentimos vacíos o frustrados en algún aspecto, instalo toda gratificación en ese control del peso, pero como eso a su vez me deja más vacío y aislado. Además al alimentarme mal, mis necesidades nutricionales para que mis neuronas funcionen correctamente se ven mermadas. Cada vez me siento peor y cada vez me voy metiendo en un pozo, de difícil salida, y con un fondo tan peligroso como la anorexia.

Otro mecanismo que suele utilizarse cada vez con más frecuencia, es el de la bulimia. Resulta menos evidente a ojos de los demás, ya que en el aspecto físico no se aprecia. Pero produce un sufrimiento elevadísimo , en multitud de casos soportado en soledad y secreto.
Una herramienta utilizada de la siguiente manera:
La vida queda organizada alrededor de la comida, y se utiliza para canalizar conflictos internos ,problemas en las relaciones , o dificultades encontradas o impuestas por otros.
La manera en la que comemos, en muchos casos descontrolada, se produce al intentar verbalizar nuestras necesidades, nuestros deseos, nuestro temor a ser rechazado.
Así que, la alimentación la utilizamos no para alimentarnos si no para tapar o llenar ese sentimiento de angustia y rechazo, y como a su vez esto nos genera mayor angustia, tenemos la necesidad, de aliviar ese rechazo y malestar, con conductas evitativas al hecho de comer ( vómitos, laxantes, ejercicio extenuante....)
Debemos frenar esta espiral tan dañina, cada vez asociaremos esta actitud a un mayor control ante la gente.
Podremos y nos ayudará aparentemente a manejar las situaciones externas , pero cada vez nos hundirá más en un pozo de culpabilidad, y un estado mental cada vez más caótico e irregular.
Encontrar otra vía de escape y de expresar nuestras emociones y conflictos, sería lo más preventivo.
Pero si nos acompaña como un hábito en los últimos tiempos y es lo que nos ha ayudado a sobrevivir, lo primero que debemos hacer es dejar de sentirnos culpables o débiles, y pedir ayuda. No lo pospongas cada vez que te planteas salir de esa situación, es importante que encuentres otros mecanismos de defensa o que te enseñen a descubrirlos.
Es una pendiente muy cuesta abajo, pero puedes dejar de bajar si te lo propones

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