Aunque difícil de
definir, parece que la felicidad es el fin de todo ser humano.
Sería como perseguir a alguien que corre más
que nosotros, pero que nos resistimos a no alcanzarlo.
Todos nos
esforzamos, nos desgastamos y nos debilitamos por conseguirla. Por lo que al
acercarnos a ella estamos ya tan agotados, que somos incapaces de saborearla.
Sería como después de preparar mucha
comida y pasar largo rato en la cocina, nos sentamos a la mesa y no podemos
probar bocado.
La ansiedad que nos
generamos, por estar felices, impide en muchos casos poder sentirla.
¿Que ocurriría sin
confirmáramos que NO existe?, quizás nos tranquilizara pensar, que no debemos
perseguir un imposible, porque la felicidad no depende de nosotros. La vida no
nos da siempre lo que esperamos. Pero en cambio, podemos dejar de esperar,
dejar de decepcionarnos con lo que la vida nos ofrece.
Es difícil afirmar
que no existe algo de lo que tanto se habla, lo que todos nos deseamos los unos
a los otros. Desaparecerían frases tan usadas como Feliz Navidad o Felicidades.
Voy a arriesgarme y
sugerir, que dejemos de ansiarla, porque no la alcanzaremos.
Sustituyamos la
felicidad, que depende de las cosas que nos pasan, por algo personal y que
depende única y exclusivamente de nosotros que es la SERENIDAD.
La satisfacción personal de que hacemos lo que
debemos, lo que queremos y lo que tenemos que hacer. Magnífica ecuación, para
sentirnos tan bien, como para vivir esa armonía, que produce muchísimo más placer,
más continuo y más duradero. Tiene que ser equilibrado, solo hacer lo que
queremos no nos dejaría disfrutar, y solo hacer lo que tenemos que hacer, nos
mutilaría la capacidad de sentir placer. Y en lo que debo hacer, nos escuchamos
a nosotros mismos, para conseguir sentirnos bien, sin censuras, pero sin
concesiones. Nuestras propias críticas nos hacen mucho más daño que las que nos
hacen los demás. Por eso sentirnos mal con nosotros mismos es incompatible con
la serenidad, ya sustituida por felicidad.
Podemos hablar de instantes de felicidad, pero
son momentos derivados de nuestro estado interno, de nuestra propia percepción.
Cuantos instantes maravillosos, nos habremos perdido, por no poder verlos....
La ceguera mental,
en la que nos ofuscamos cuando nos sentimos mal, desdichados, fracasados, irritados......nos
impide disfrutar de lo cotidiano, eso que la vida nos da sin esperarlo, pero
que es igualmente valioso.
Si las cosas no son
como esperábamos, cambiemos nuestras esperanzas y deseemos lo que tenemos,
tanto como si lo hubiéramos anhelado siempre. Seguro que en nuestro hoy hay
mucho más de lo deseábamos que de lo que esperábamos.

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