No nos damos cuenta hasta que punto la
interacción con los otros, depende mucho de la manera que tenemos de dirigirnos
a ellos: El tono, el mensaje, la intención e incluso nuestra propia emoción.
Cuando yo sonrío a alguien y este me devuelve
la sonrisa, por mínima que sea, se ha producido un contagio emocional.Si yo puedo conseguir que alguien sonría por mi propia sonrisa, significará que también puedo conseguir, que este más alegre. De la misma manera, si mi gesto de preocupación y tristeza, por mal humor o pesimismo contagia, lograré que los que están conmigo, se sientan más tristes también.
Es verdad que hay personas más capaces de transmitir y otras más susceptibles de contagio, pero también es cierto, que al final, las emociones dominantes pueden convertirse en una epidemia, que afecta al grupo. Ya sea una pareja, familia, un grupo de trabajo o incluso toda una sociedad.
Esta es una buena manera para explicar el contagio emocional que sufrimos actualmente de crispación, de rebeldía y de "indignación".
Ya da igual, de que bando seamos, que ideología política sigamos, todos transmitimos en nuestras interacciones actuales, por muy breves que sean, ese descontento. Hemos dejado de "hablar del tiempo" como conversación recurrente a "hablar de la crisis", con el fondo emocional que esta supone para todos.
Si transmitimos desesperanza y desconfianza, la ira se apodera de nosotros.
Si transmitimos esperanza y confianza , la ilusión por un futuro mejor, nos hará el presente más llevadero, por muy duro que sea a día de hoy.
Las
familias donde hay niños, son casas donde se ríe más, producto del contagio
que la inocencia de los niños nos transmite.
Vivir
con una persona optimista, que ve el vaso medio lleno, nos protege y nos aporta
bienestar.Vivir con una persona pesimista, que ve el vaso medio vacío, nos desgasta y entristece.
Es como observar un campo de futbol, o una celebración en la que se siga una afición común, la gente necesita contagiarse de entusiasmo. Como una manera de amplificar nuestras propias emociones.
Entonces,
si las emociones son tan contagiosas, que nos pueden llegar a infectar,
convirtiéndose de nuevo en un "virus", muy potente. ¿ Que hacer ante
las emociones negativas de las que, no nos queremos "enfermar?.
Y a
su vez, ¿ Como podemos ayudar a otros, contagiando nuestra felicidad?.
En
primer lugar, preocupándonos y esforzándonos por ser felices nosotros mismos. Y
aunque para algunos pueda parecer algo egoísta, hay que esperar a comprobar,
como solo desde nuestro bienestar, estaremos más capacitados, para escuchar las
necesidades de los demás y hacerles más felices.
El
peligro esta en volcarnos tanto en ayudar a los que queremos, que acabemos
contagiados, de su propia emoción y caigamos los dos. Hay veces que debemos
comprender, que no podemos ayudar a los que más queremos. Porque en el impulso
de darles lo que quieren, corremos el riesgo de no darles lo que realmente
necesitan.
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