Cada familia es un microcosmos, un pequeño mundo con sus reglas y costumbres propias, y a su vez todas tienen pequeños o grandes conflictos,
algunos resueltos y otros muchos sin resolver.
algunos resueltos y otros muchos sin resolver.
Problemas que al hacernos grandes van creciendo de las misma manera, secretos nunca confesados, explicaciones nunca dadas.
Recelos y envidias que se mantienen desde la infancia, y secretos de familia que solo se dejan destapar cuando cerramos la puerta y nos aseguramos de que estamos a salvo.
Ocurre que el "cordón umbilical", nunca llega a cortarse con nuestras familias de origen, y el vinculo establecido con ellas desde el inicio de nuestra vida , puede oscilar fácilmente entre lo positivo y lo dañino.
El rol que adoptamos en nuestras familias desde pequeños suele moldear nuestra personalidad futura de tal manera, que si analizamos como somos hoy, mucho tendrá que ver con los papeles representados en nuestros primeros años.
Las etiquetas que asumimos, impuestas de manera implícita en muchas ocasiones, nos marcan a fuego la piel y son determinantes en nuestro desarrollo vital. Al decir implícitas, quiero decir, que se entremezcla, lo verbal con lo no verbal, lo dicho abiertamente con lo supuesto o interpretado.
Y así ,se forma una maraña de verdades y mentiras, comentarios directos e indirectos, informaciones transmitidas de manera sesgada de unos a otros, que imposibilitan una visión objetiva y clara de la realidad de lo que somos y de lo que queremos realmente.
Cada familia construye su propio cristal desde donde empezamos a ver nuestro mundo. Con las experiencias y los años, se van superponiendo otros cristales.
Unos, no dejan jamás de mirar por el cristal inicial, y desechan cualquier otra visión, no quieren cuestionar, ni se permiten mirar la vida a través de otras ópticas.
Aceptan valores, principios, prejuicios, ideologías. Si el cristal se rompiera o sufriera algún desperfecto, ya no se vería nada correctamente, con los riesgos que eso supone.
Otros se cuestiona si esa visibilidad inicial es la correcta, y dedican su esfuerzo a superponer multitud de otros vidrios, hasta que consiguen encajar unos con otros formando una visión nítida y luminosa.
Unos, no dejan jamás de mirar por el cristal inicial, y desechan cualquier otra visión, no quieren cuestionar, ni se permiten mirar la vida a través de otras ópticas.
Aceptan valores, principios, prejuicios, ideologías. Si el cristal se rompiera o sufriera algún desperfecto, ya no se vería nada correctamente, con los riesgos que eso supone.
Otros se cuestiona si esa visibilidad inicial es la correcta, y dedican su esfuerzo a superponer multitud de otros vidrios, hasta que consiguen encajar unos con otros formando una visión nítida y luminosa.
Los hay también, que rompen el cristal en añicos, pensando que no lo necesitarán nunca más, y buscan multitud de opciones, solo con el afán de demostrar que esa transparencia inicial, no era correcta. Juegan con imágenes opuestas con las que contrastar las iniciales. Y al final pueden quedar presos de un laberinto de espejos y cristales, en las que nunca llegarán a ver nada claro.
Por eso, enfrentarnos a nuestras familias de origen, significa recuperar ese cristal inicial, que ya está afectado, por las superposiciones de nuestras propias vivencias. Al final cada miembro de la familia ha ido conformando su propia visión del mundo, lo que puede impedir el entendimiento total, y lo que provoca en muchos casos frustraciones y decepciones, al no sentirse identificados con el "cristal familiar".
Romper por tanto ese "cordón umbilical" que nos une de por vida a nuestras familias de origen, es importante y necesario, para mantener con ellos una relación sana y madura.
Romper por tanto ese "cordón umbilical" que nos une de por vida a nuestras familias de origen, es importante y necesario, para mantener con ellos una relación sana y madura.
El encontrarnos atados a prejuicios y valores que no compartimos en su totalidad, nos limita y confunde.
Debemos conocernos y respetarnos, para poder respetar a los demás, entendiendo que cada uno tiene su propio cristal a través del que mirar.
Debemos conocernos y respetarnos, para poder respetar a los demás, entendiendo que cada uno tiene su propio cristal a través del que mirar.
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